domingo, 7 de junio de 2009
Vamos a contar mentiras, tralará
Tengo una vecina que está todo el día asomada al balcón para ver qué se cuece en las vidas ajenas. Se asoma a la ventana con cuidado, procurando no hacer ruido con la persiana, y a “espiar”. Sólo le falta la gabardina, el sombrero, las gafas de sol y los prismáticos.
Pero, ¿por qué queremos saber lo que le pasa a alguien que no conocemos?
¿No tenemos suficiente con nuestra propia vida?
Tal vez no nos parezca tan interesante como la del vecino… O puede que sólo sea morbo, o aburrimiento. Una mezcla de los peores factores, si a eso añadimos el cotilleo.
Todos hemos hablado alguna vez de la vida del otro y, claro, muchas veces sin conocimiento de causa. Pero, ah, claro, es que es lo que se va diciendo por ahí. Y ahí está el problema, sí, señor, en los rumores.
Y comienza a hacerse una bola enorme de medias verdades; o lo que es lo mismo: mentiras.
Entonces, hay dos posibilidades: hacer caso al rumor y seguir engordado la mentira o que el rumor llegue a oídos de alguien que diga: “Quién te lo ha contado?, ¿Juanita? Ah, bueno, entonces no cuenta, seguro que no es así”.
Por desgracia, suele ocurrir más a menudo el siguiente panorama:
Que si Pepito se ha caído; Pepito se ha caído y se ha roto una pierna; Pepito se ha caído, se ha roto una pierna y está en coma; Pepito se ha caído, se ha roto una pierna, estaba en coma y hoy es su funeral.
¿Qué tendrá la vida de los demás que no tenga la nuestra? ¿Tan interesante es que da para hacer programas de televisión?
Me preocupa, me da pena que cada vez se cuente a cualquiera lo que más deberíamos cuidar, nuestra intimidad, nuestro ser.
¿Es que da igual que tu más absoluta privacidad la conozca por igual el público que tu mejor amigo?
Y enciendes la tele y, ¿qué ves? A una personita conectada a miles de cables diciendo “sí” o “no”. Famosos sometiéndose a la prueba del polígrafo para decir si estuvo o no con “x” a la vez que estaba casado con “y”. Y famosos con guiones exigiendo la respuesta más morbosa.
Y, ¿por qué no?, ¿qué tal si probamos con un programa en el que personas corrientes venden su intimidad por unos cuantos euros? Será el “Juego de tu vida”, un juego de verdad (de la ¿buena?).
Claro, que esto seguro que se hace en beneficio de la salud. ¿Por qué? Porque hay estudios científicos que demuestran que el cotilleo mejora la calidad de vida. En serio.
Así que, calculando, creo que mi vecina es inmortal.
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