lunes, 27 de abril de 2009

¡Adiós, cremitas imperfectas!


Te levantas, te miras al espejo, ojeras, cara de cansancio aún habiendo descansado lo suficiente y… ¡oh, Dios mío! ¿Qué ven tus ojos? ¡Una arruga! ¡Una más! Y a partir de ahí… llega el pánico: no hay mejor medidor del tiempo que la evasión de la juventud. Rápido, ¡compra una de esas revistas “feministas” (no siempre femeninas) que tienen la solución a nuestra cara! Ahí empieza la ruina. Revista, dos euros con cincuenta, gracias. ¿Crisis?

No importa, vamos a buscar qué cremas recomienda la revista milagrosa y, otra vez, con prisas (el reloj corre en nuestra contra), a la tienda más cercana a por no uno, sino dos botes de la crema fantástica y reparadora. Contorno de ojos, crema antienvejecimiento antiarrugas, antimanchas… Anti-imperfecciones.

Cincuenta euros cada una, más o menos, contando hacia lo barato. Hombre, ya que nos ponemos, compramos en condiciones. Seguro que es mejor la crema más cara… por algo vale más, ¿no?

Has dado con la solución. Y, ya con más calma, a dejar que el potingue haga de las suyas. En los anuncios de la televisión dicen que los efectos se empiezan a ver en cuatro días. Perfecto.

El efecto lifting seguro que es eficaz. La modelo del anuncio sale monísima. Mucho retoque en postproducción, mucho foto shock y… poca edad, porque hay que ver lo joven que es la niña para anunciar cremas para mujeres de más de cuarenta. Tranquila, tú no pasas de esa edad, te quedan dos meses para entrar en la década más traumática de tu vida. Pasan cuatro días, dos semanas, un mes… tu ritual de belleza se mantiene, pero no los resultados. El segundero atormenta tu cabeza. Lees las entrevistas a las modelos

“Bebo dos litros de agua al día, no me privo de nada, aunque los excesos trato de compensarlos, hago yoga y adelgazo porque siempre voy con prisas persiguiendo a mis hijos pequeños”.
Y tú:
“Vaya, yo que sólo como ensaladas, estoy siempre detrás de mis hijos, trabajo diez horas diarias y no estoy igual… ¿De qué marca será el agua que ellas beben?”
Desesperada, compras más revistas, lees todo los trucos de belleza que ofrece Google cuando tecleas la palabra “belleza” (casi 47 millones de resultados). Cada página da una solución diferente pero todas lo arreglan con más cremas. O con cirugía: levantar pómulos, lifting, patas de gallo, aumento labial… Pero, ¡ay, no hay presupuesto para tanto arreglo que necesitas!
Cada día te levantas esperanzada: “Seguro que hoy estoy perfecta”, te animas; pero otra vez te miras al espejo y vuelves a lo mismo. ¿Te has parado a pensar con quién duermes? Tu marido tiene alopecia (y eso que en su día te dijo que ni su abuelo ni su padre fueron calvos…), está echando barriguita, se afeita cuando le obligas, se arregla si hay acontecimientos especiales y tú… le ves tan estupendisísimo como siempre, como cuando tenía 20 años. ¿Y por qué tú no te ves igual? Así que un día te levantas y decides no darte más cremas antiedad, te miras en el espejo, cada día una arruga más. Mira qué perfecta eres: tú y sólo tú contigo misma. Como dice la canción: sé que soy mucho más guapo cuando no me siento feo.


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